El crecimiento de la población y el uso de recursos de vivienda serán cada vez más cruciales para la industria de la construcción. Las previsiones en Arquitectura son claras, y para cubrir la demanda de viviendas y edificios sostenibles necesitaremos construir una increíble cantidad de metros cuadrados. En 2060 construiremos más del doble de lo que existe actualmente en la Tierra. Si queremos descubrir respuestas a esta emergencia, las preguntas son: ¿Dónde encontraremos los recursos para construir nuevas viviendas y dónde encontraremos la energía para mantenerlas? La Unión Europea está respondiendo a estas preguntas con una hoja de ruta de objetivos precisos para la reducción de emisiones de CO2 y la construcción de edificios de consumo de energía casi nulo.

Estos objetivos requieren un cambio de paradigmas para el diseño y la construcción. Antes de imaginar un futuro tecnológico para los edificios, debemos mirar al pasado donde durante milenios hemos construido edificios utilizando al máximo los recursos disponibles.

Esta mirada atrás, que es cualquier cosa menos nostálgica, puede depararnos algunas sorpresas extraordinarias. Sin embargo, primero es necesario aclarar que en las últimas décadas —si no en los últimos dos siglos— hemos perdido la capacidad de dialogar con el clima, convencidos de que la tecnología era parte natural de la evolución humana y la solución a nuestros problemas.

La internacionalización de los procesos constructivos —indiferentes a los lugares, culturas y paisajes— ha generado una difusión de modelos inadecuados para los climas y condiciones ambientales locales, al punto que los edificios se han convertido en un problema energético planetario más que en una oportunidad para transformar la situación. Las consecuencias de esta indiferencia ante las necesidades diversas ha sido una vulgarización de los modelos de construcción, lo que ha llevado a un aplanamiento del paisaje urbano junto con la creación de un problema de consumo muchas veces irreconciliable con las microeconomías y un aumento de los niveles de contaminación incompatible con la vida de las personas.

Para volver a los conceptos básicos del diseño de un edificio sostenible que responda al clima, el sitio y el uso de materiales locales, lo que llamaríamos un edificio verdaderamente sostenible, debemos ampliar la idea de que la arquitectura no es solo una actividad estética. , más bien es mucho más un proceso de diseño integrado desarrollado a través de varias disciplinas.

Los arquitectos deben pensar en cómo pueden resolver problemas locales, no problemas globales, que es el aspecto más interesante de la arquitectura: cómo se puede adaptar el diseño de un edificio a una cultura específica. Esta es una acción empática porque el diseño sustentable puede ofrecer soluciones técnicas, pero al final se necesita un nivel de aprendizaje adquirido para hacer esta interpretación. Es por esto que la educación es fundamental para inspirar a las futuras generaciones en torno a estas inquietudes. La nueva generación de diseñadores deberá comprender los problemas de hoy, como las consecuencias relacionadas con el CO2 y el consumo de energía, y cuál será el próximo paso para los edificios.

En el futuro, los problemas serán infinitamente más difíciles. Por supuesto, los jóvenes profesionales deben tener herramientas técnicas, pero también necesitarán la capacidad de ir más allá de los límites actuales e imaginar más allá de los esquemas consolidados. Solo esta actitud puede provocar un cambio y abrir visiones inesperadas. Creo que la escuela debe ayudar a los jóvenes a reflexionar sobre la imprevisibilidad del futuro que a veces no se ve, pero que se vislumbra a través del conocimiento, la creatividad, la intuición y el talento. Los jóvenes son conscientes de que son los actores clave de este futuro y buscan en las escuelas las herramientas para afrontarlo con confianza y valentía.